miércoles, 19 de octubre de 2011

Café Literario y Musical para recordar al poeta José Pedroni


Eran pasadas las 19 hs cuando comenzó el Café Literario y Musical para recordar a José Pedroni y que se extendió, por una hora y media mas menos, ininterrumpidamente entre poemas y canciones.


Luego de un breve comentario leímos un fragmento de

Maternidad

Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.
_El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido,
y a vino derramado nuestro mantel tendido._
Si mi mano te toca,
tu voz, con la vergüenza, se romperá en tu boca
lo mismo que una copa.
El cielo de tus ojos será un cielo nublado.
Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
que pierde un agua limpia. Tu mirada un rocío.
Tu sonrisa la sombra de un pájaro en el río.
Y un día, un dulce día, quizá un día de fiesta
para el hombre de pala y la mujer de cesta;
el día que las madres y las recién casadas
vienen por los caminos a las misas cantadas;
el día que la moza luce su cara fresca,
y el cargador no carga, y el pescador no pesca. . .
_Tal vez el sol deslumbre, quizá la luna grata
tenga catorce noches y espolvoree plata
sobre la paz del monte; tal vez en el villaje
llueva calladamente; quizá yo esté de viaje. . ._
Un día, un dulce día, con manso sufrimiento,
te romperás cargada como una rama al viento.
Y será el regocijo
de besarte las manos, y de hallar en el hijo
tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,
y un poco de mis ojos, un poco, casi nada. . .



 Cada poema fue precedido un comentario antes y después.

Seguimos con Canto al carnicero, que es un hermoso canto a la libertad. Dedal, Plancha, La hoja voladora, Arado, La invasión gringa, bellísimo homenaje a los inmigrantes que cruzaron el Salado.

1


Hoy nadie llegaría.
Pero ellos llegaron.
Sumaban mil doscientos.
Cruzaron el Salado. (1)

Al cruzarlo, afanosos,
lo probaron.
Y los hombres dijeron
-¡Amargo!-
Pero siguieron.
En la espalda traían clavados
dos ojos de fuego,
los de Aarón Castellanos,(2)
salteño.




Los barcos

(uno. . . dos. . .
tres. . . cuatro. . .)
ya volvían vacíos
camino del Atlántico.
Su carga estaba ahora
en un convoy de carros:
relumbre de guadañas;
desperezos de arados;
hachas, horquillas,
palos;
algún fusil alerta;
algún vaivén de brazos;
nacido en el camino,
algún niño llorando.



El trigo lo traían las mujeres
en el pelo dorado.
Hojas de viejos libros
volaban sobre el campo.



2


¿Dónde se hallaba el oro,
de todos alabado?.
El oro estaba en un pequeño árbol;
el oro era un engaño;
sólo pequeñas flores
de oro perfumado.

Aromitos floridos,(3)
orillas del Salado.

 3


Los indios
-un indio cada árbol-
iban retrocediendo;
no podían mirarlos.
Los ojos renegridos se cerraban
frente a los ojos claros
que tenían la fuerza
del cielo diáfano.
-“¿Cómo hacer
para ahogarlos?.
Esperemos la noche
tirados en los pastos.
Esperemos la noche
juntadora de pájaros”-.
Con la noche salieron de caza
los ojos malos.
Y se llenó la noche
de pájaros asustados.

Pero del fondo de la tierra
ya subía el milagro:
el linar de las flores azules,
el linar azulado,
donde los ojos gringos
fueron multiplicados.

 4

 Un niño que pregunta
cuándo vuelven los barcos.
Un mano de madre que detiene
la pregunta en los labios.
Un hombre con los ojos
clavados en el campo.
Una mujer que escribe:
-Ya llegamos.
Hay árboles enormes;
muchos pájaros;
una cruz en el cielo, luminosa,
un río amargo. . .

5

 Su lengua era difícil.
Sus nombres eran raros.
Los gauchos se murieron
sin poder pronunciarlos.
Bérlincourt se llamaban,
que es un hilo enredado.
Zíngerling se llamaban:
campanita sonando.
Zimmermann: un dibujo
del mar atravesado.
(Más atrás ya venían
los nombres italianos,
Boncompagni adelante:
el vino derramado).


6

 Una mujer que escribe:
-Nos casamos.
La tierra es nuestra ¡nuestra!.
Todo lo que tocamos
va siendo nuestro:
el buey, el horno, el rancho. . .
Nuestros todos los árboles;
nuestro un único árbol,
tan grande, tan copioso,
que da gusto mirarlo.
Es una nube verde
asentada en el campo.


7


Y como todo vuelve
-flor, golondrina, barco. . .-,
un día serenísimo volvieron
los cantos ahuyentados;
volvieron uno a uno,
como pájaros.
Iban de boca en boca
los pájaros cantando;
de la boca del mozo,
orilla del Salado,
a la boca del hombre
que derribaba el árbol;
de la boca del hombre,
derribando,
a la boca del ama que tejía
con los ojos cerrados.
Del lado “de la tierra”
la música y el canto.
Del lado de Esperanza
el trigal avanzando.












 Sencilla ambientación con algunos de los elementos citados en los poemas

 Del Lunario santo, La novena luna, Papel de lija. De Versos a la amiga, Confidencia, muy celebrado por las mujeres presentes, siguieron Accidente y Certificado de trabajo, donde se advierte el gran compromiso social del poeta.

Fábrica

Certificado de trabajo

Papá Tuñín: Hoy te dieron de baja.
Es lo peor que pueden haberte hecho.
De regreso a tu casa,
llevas un tiro en el pecho.
¡Qué dirá tu mujer;
qué tu hija, acostumbrada a ver
en tu persona al jornalero impar!
Dejarán de barrer.
Se pondrán a llorar.
Papá Tuñín, el capataz activo
que valía por diez:
desde hoy eres el hombre
que “fue jefe una vez”,
con una pensión en diminutivo,
como tu sobrenombre.
En mi función de contador
por última vez escribo tu nombre
_Antonio Bonocuore_
en el libro mayor
y lo encierro en un trazo
envolvente, de abrazo,
que para mí tiene un símil: el lazo,
y una equivalencia: la flor.

Mañana
_si es que esta noche puedes dormir_
al primer grito
ondulante del pito
saltarás de la cama
y te empezarás a vestir.
Será un segundo nada más,
un terrible segundo
“en una apartada región del mundo”.
Luego te dirás,
mirándote al espejo,
avergonzado:
_¡Qué error, Papá Tuñín!
No es para ti el llamado.
Tú lo vez, eres un viejo.
Sirves para un jardín. . .

Papá Tuñín: Yo soy el responsable
de tu apodo.
Te lo puse por tu sonrisa amable
a través del taller,
como si fueras el padre de todo,
y por tu dulce modo
de reprender,
y por el no menos de palmear
a las máquinas que no querían marchar,
como si cada máquina tuviera un ser.


¡Pobre Papá Tuñín!
Holgando, tu pena no tendrá fin.
Tú hubieras querido hacer
lo que todos los viejos:
quedarte en el taller
para dar consejos.
Con un impoluto traje de brin,
ya corregir un pliego,
ya consultar la hora,
ya revisar la fila zumbadora
de muelas que orinan fuego.
Andar,
salir,
volver,
renegar,
¡y sobre todo sonreír!,
en una mano el puñado de estopa,
el metro en el bolsillo de atrás,
y sobre el pecho una barba de Anás
blanqueada con azul de ropa.
Pero esto no puede ser.
Las fábricas no tienen corazón.
Te quedarás en casa con tu grima,
a fumar, a leer,
a soplar el carbón.
Y ojalá que tus piernas nunca quieran
llevarte hasta el taller
que fue tu cima,
pues tres lobos hambrientos ya te esperan
para echársete encima,
a saber:
que tu banco, por viejo, fue quemado;
tu torno mal vendido, por lerdo,
y algo más triste aún: que tu recuerdo
es una máquina que se ha parado.

Cada dos o tres poemas hubo una canción sobre un poema musicalizado. Mamá Angustias(Paga), La cajita de música (Papel de lija), y otros.
Durante una hora y media fue recordado este verdadero poeta popular, comprometido con su tiempo, con su realidad y con las cosas sencillas, las que nos facilitan la vida y el trabajo.
Finalmente acordamos que le próximo Café literario y musical será el 17 de septiembre y recordaremos al poeta Juan Carlos Dávalos.
Un enorme GRACIAS a los que desafiaron al día mas rigurosamente frío del invierno para compartir un homenaje a la lectura y a los autores en la Biblioteca Juan Francisco Ibarra.

                                                                                                                Marisa Peña

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